Blogia
Amalias

Atleta, deporte, mujer...

Quizás con la euforia de los triunfos. Quizás con la euforia de las medallas. O quizás con los desasosiegos de los fracasos, se suelen obviar las facetas menos difundidas del deporte: entrega, sacrificio...

Y otra tan compleja, que entraña, exige, y obliga a una férrea y superior voluntad: ser madre, sin abandonar la actividad atlética.

Lastimosamente, no todas resisten esa dualidad de funciones, y otras, posponen la maternidad para cuando las facultades competitivas hagan irreversible el camino al retiro.

 

TANIA Y LOS RECUERDOS

 

Otra es la historia.  Desde algunos años, Tania Torres Robaina concluyó su época de atleta activa, y ahora, se enfrasca en la ESPA Provincial Inés Luaces, en preparar nuevos talentos en el kárate.

Militó en las filas del equipo nacional, asistió a los Panamericanos de La Habana 1991, donde logró una de oro (kata por equipos) y dos de bronce (60 kilos y kumité por países), y estuvo en siete lides en el exterior.

Fue multicampeona en el país entre mayores, y conserva como un tesoro importante su asistencia a dos Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes. Estuvo del 2005 al 2007 en Venezuela, en misión internacionalista.

-¿Supiste aceptar el reto de madre y atleta?

-Apenas acababa de salir de las filas juveniles. Tenía 19 años, y sí, acepté el reto, aunque justo es decir que el apoyo familiar fue decisivo. Fueron momentos difíciles.

-¿Recuerdas algo en especial?

-Corría diez kilómetros, diez interminables kilómetros. Cuando terminé, mi entrenador me dijo que tenía la niña, en aquel entonces, claro, enferma. Eso me llevó a cortar con el deporte.

-¿Hay un y...?

-Ella misma me hizo regresar.

-¿Cómo te las arreglabas para amamantarla?

-Después de entrenar, me aseaba y lo hacía.

Tania toma unos segundos, se acomoda en el asiento y alisa el cabello.

-¿No afectó el rendimiento deportivo el parto?

-En nada. Yo regresé al deporte cuando mi hija contaba con ocho meses. Y te puedo asegurar que retorné más preparada, más responsable, con mayor entrega. Eso sin olvidar que el propio ejercicio te aseguraba mejorar hasta la estética corporal.

-¿Es compatible la fórmula madre-atleta?

-Te aseguro que sí. Claro requieres apoyo pues requieres tiempo para entrenar, ir a eventos. La familia, su solidaridad, es vital. De otro modo, es insostenible.

-¿Alguna deuda contigo?

-La sed de no haber entregado más.

 

LOS RECUERDOS Y RAICI

 

Raici Yudith García López también abrazó el kárate, aunque ahora sus conocimientos los imparte en una aula universitaria: es docente en el Instituto Superior de Cultura Física.

Su periodo en activo coincidió casi totalmente con el de Tania, “aunque en divisiones diferentes, dice, mientras sonriente mira a su otrora compañera de selección.

“Fue una doble función compleja. Yo tuve suerte porque recibí la ayuda del padre de mi niña, que era igualmente deportista, y de mi propia disciplina. Pero no por eso te digo que me llegó antes de tiempo.

-¿Siempre karateca?

-No, procedía de la gimnasia. Fue mi hermana la que me embulló. Un buen día faltó una, y completaron conmigo. Ahí me pegué, y estuve en 14 campeonatos nacionales.

-¿Resultados en La Habana ’91?

-Bronce en 53 y por equipos.

-Ser madre, ¿te benefició?

-Sí. Y mira, en apenas dos meses ya estaba con mi uniforme puesto entrenando. No por eso, te digo, dejé de lactar a mi hija. Lo duro es que te priva de ciertos gozos como madre. Pero se puede llevar.

-Además, te prepara para la vida, te da un toque de madurez.

-¿Valió la pena entonces?

-Ser madre es un orgullo. Los hechos lo demuestran. ¿No lo crees Tania?

Ambas asienten. En ambas, la sonrisa les dibuja sus rostros. En ambas hay referentes de que ser madre y atleta, no hay contracción.

Y los recuerdos silencian las voces...

 

0 comentarios